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¿Para qué sirve hacer necropsias a animales silvestres? Resultados de 20 años de necropsias a osos pardos

Hembra de oso pardo y dos crías.

05.10.2020. Este artículo ha sido redactado por Ana Balseiro (Universidad de León; Instituto de Gandería de Montaña CSIC-ULE), Luis José Royo (SERIDA), Elena Gayo (Universidad de León), Ramón Balsera (Ordenación del Territorio y Medio Ambiente de Oviedo), Olga Alarcia (Dirección General de Patrimonio Natural y Política Forestal de Valladolid) y Juan Francisco García Marín (Universidad de León; Instituto de Ganadería de Montaña CSIC-ULE). 

La población de oso pardo europeo (Ursus arctos arctos) ubicada en la Cordillera Cantábrica representa el límite suroeste de distribución de esta especie en Europa. Al igual que otras poblaciones de osos en el continente, experimentó un declive dramático en el número de individuos en la segunda mitad del siglo XX, situándose en menos de 100 individuos en la década de los noventa. La población además quedó dividida en dos subpoblaciones - occidental y oriental - separadas unos 50 kilómetros, favorecido este hecho por la presencia de barreras geográficas. El establecimiento de una legislación protectora, junto con planes de seguimiento y conservación han llevado a una recuperación de la población de oso pardo en las últimas dos décadas, con un aparente aumento en el número de individuos, estimándose en 2019 en unos 300 individuos. La población occidental presenta aproximadamente 230-270 individuos y se localiza en Galicia, Asturias y Castilla y León. La población oriental por su parte incluye unos 40 individuos y ocupa una pequeña superficie de Asturias, Palencia y Cantabria. A nivel internacional, el oso pardo cantábrico está incluido en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y está catalogado como en peligro de extinción.

La identificación de las causas de mortalidad en poblaciones naturales silvestres es de gran importancia no solo para la detección y reconocimiento de posibles riesgos de conservación, sino también para un correcto diseño de las estrategias de conservación y los programas de gestión. No obstante, los estudios de mortalidad y los datos sanitarios son escasos en la pequeña y amenazada población de oso pardo de la Cordillera Cantábrica: el bajo número de individuos, su comportamiento esquivo y alta movilidad y la escasez de programas de seguimiento de osos mediante radio y/o GPS hasta la fecha en la zona dificultan la detección de osos muertos, impidiendo así en muchos casos la realización de necropsias y la determinación de las causas de muerte.

Por todo ello, el objetivo del presente trabajo ha sido describir las causas confirmadas de muerte y los hallazgos más significativos en veinticinco osos necropsiados en Asturias y Castilla y León durante los últimos 20 años.

Las causas de muerte se clasificaron en base a dos criterios: (1) causadas o no por intervención humana y (2) causadas o no por etiología infecciosa. Según la primera clasificación el 66,7% de los animales murieron por causas no relacionadas con intervención humana como lesiones traumáticas (peleas, infanticidio…), hepatitis infecciosa canina, clostridiosis o neoplasia, entre otras. El 33,3% restante murió por causas directamente relacionadas con intervención humana como caza ilegal, envenenamiento o miopatía por estrés. Si tenemos en cuenta la segunda clasificación, el 57,1% de los animales murieron por causas no infecciosas y el 42,9% por causas con etiología infecciosa como hepatitis infecciosa canina o miositis gangrenosa provocada en la mayoría de los casos por Clostridium sordellii.

El hecho de que un alto porcentaje de los animales murieran por causas de etiología infecciosa es de gran relevancia y contrasta con los datos de causa de muerte anteriormente descritos para otras poblaciones de osos a nivel mundial, donde las enfermedades infecciosas en ningún caso se describen como una causa relevante de muerte. Los resultados obtenidos proporcionan información valiosa sobre los factores que amenazan a esta población en recuperación y pueden ayudar en los proyectos y esfuerzos de gestión y conservación que se lleven a cabo en el futuro. Más aún cuando la presencia de enfermedades infecciosas como la hepatitis infecciosa canina puede conllevar una reducción de la variabilidad genética de esta población por la muerte temprana de futuros progenitores.

Cuando, como en este caso, se trata de especies en peligro de extinción es muy complicado desde el punto de vista ético y de conservación establecer mecanismos de vigilancia sanitaria activa. Por lo tanto, sistemas de vigilancia sanitaria pasiva como la realización de necropsias regladas en el mayor número de animales y especies posibles, se convierte en unas de las mejores herramientas de estudio epidemiológico.

Imagen histológica de hígado de un oso cuya muerte fue causada por el Adenovirus canino tipo 1 (CAdV-1), agente etiológico de la hepatitis infecciosa canina. Se observa necrosis de hepatocitos e infiltrado inflamatorio principalmente de linfocitos. Tinción de hematoxilina-eosina, barra = 20 micras. 

El oso pardo es una de las especies silvestres más emblemáticas de la Península Ibérica, lo que exige grandes esfuerzos para la conservación de su hábitat, población y variabilidad genética. Actualmente estos esfuerzos económicos y humanos se están llevando a cabo tanto por las Administraciones públicas y entidades de investigación como por las ONG conservacionistas, aunque muchas veces la sanidad animal no es el objetivo principal. Este control sanitario, entendido bajo el paraguas del concepto “One Health” o “Una sola salud”, debe incluir tanto a las especies diana del esfuerzo de conservación, en este caso al oso pardo, como a las especies con las que cohabita, incluidas otras silvestres (lobos, zorros, mustélidos) y domésticas (perros) e incluso al hombre.

En definitiva, este trabajo pone de manifiesto que los esfuerzos de conservación que se están llevando a cabo en la actualidad pueden no ser suficientes, si las medidas sanitarias y de vigilancia epidemiológica no se equiparan en importancia y exigencia al resto de medidas de gestión.

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